¿Cómo soportar el permanecer siempre cerca de alguien? Saber que ocurra lo que ocurra estaré siempre al lado tuyo. No importa cuando llore o grite por la desesperación, estarás siempre a mi lado. Seremos siempre los perfectos enemigos y no obstante nunca podremos marchar en direcciones opuestas.
Tener que tolerar la sentencia de ser los mismos siempre. Yo el Géminis malo y tú el Géminis bueno. Yo como provocador de enfermedades, guerras, hambre y muerte; tú como el remedio a las aflicciones, siempre dispuesto a acudir en auxilio de cualquiera, socorrer, calmar el dolor de la humanidad.
¿Qué nos ha pasado?
¿Por qué has de ser tú siempre el mejor? ¿Por qué he de padecer yo la condena de ser aborrecido dondequiera que vayamos? Cuando nacimos no había diferencias entre nosotros, tu sonrisa no era muy distinta a la mía, tus llantos sonaban igual que los míos. Mira lo que nos ha ocurrido, ¡soy yo el malo!, ¡no puedo evitarlo!, ¿seré siempre el mismo? El mal que hay en mí es tan grande que se ceba conmigo mismo, ¡mira cómo me destruyo!, Gemelo bueno, si tanto bien haces, ¡ven a mi rescate!
Géminis malo, tómame de la mano y caigamos juntos, descendamos a prisa por la empinada cuesta cubierta de esquirlas, ¿no sabes acaso que no hay manera en que nuestros destinos se separen? En realidad no somos diferentes, correré tu misma suerte, siempre lo he hecho. Cuando las personas, ignorantes de nuestra condición, me aclamaban a mí y te maldecían a ti, el dolor de tu desesperación, de tu condición de incomprendido, también me hería con la misma amargura. Es que en realidad somos el mismo ser, cometen un error al intentar dividir nuestras esencias.
Géminis malo, ¿qué te está ocurriendo?, ¿por qué tus lágrimas aclaran el negro velo que te recubre? De tus ropas se desprenden las escamas de las cosas malas que has hecho, tu piel se transparenta, te siento tan diferente. Mientras tanto, siento también cómo algo dentro de mí se va endureciendo.
Hermano bueno, la vitalidad de tus ojos se desvanece, el charco de aquellas lágrimas mías moja tus pies, los tiñe y los envenena. Pero en tus deseos no está el apartarte, puedo sentir tu melancolía, azota el aire y me azota a mí. Te hiero y me hieres. ¿Qué hay dentro en nosotros?, ¿por qué no huyes?, ¿por qué permites que el halo de mi maldad manche tu inmaculada cobertura?, ¿por qué permito que me arrebates lo que es mío, sin oponer el mínimo esfuerzo? Mis manos, mi cuerpo, mis entrañas, ¡te lo estás llevando todo!
Hermano malo… ¿malo? No, ahora soy yo el malo. No queda una brizna de aquel que por tanto tiempo fuiste, te has transfigurado en lo que yo era. ¿Es tan fácil atravesar la frontera entro lo bueno y lo malo? ¿Qué significado tiene entonces ser uno u otro? Ahora eres el bueno, tú, hermano mío. Nacimos al mismo tiempo, al principio éramos uno, fuimos separados por alguna razón que no comprendemos.
Viviré siempre junto a ti, es cierto, mis pasos serán los tuyos y mi voz será tu voz… pero seremos diferentes. Viviremos siempre en competencia el uno con el otro, intercambiaremos papeles, haremos más interesante nuestra existencia; discutiremos, pelearemos, nos lastimaremos mutuamente. Y al final, cuando tengamos que descender al seno de la tierra, al lugar del descanso último, volveremos a juntarnos y seremos uno una vez más.